El sol

El sol aparece de casualidad y a mi me pilla sin gafas y sin ganas.
Es triste que en Bilbao salga el sol y que una no tenga ni piel que tostar.
Porque la luz ilumina y si no puedes hacer la fotosíntesis, adiós muy buenas, te marchitas como la alegría del balcón.
Si por lo menos fuera consciente de mi naturaleza lobezna, no estaría irradiando ilusiones solares frustradas por la luna de mis sentidos.
Pero la luna y su utopía nublan todo a mi alrededor, y yo, cachorra de esperanzas, busco el aura del sol como agua en el desierto de tu piel.
Y arena entre mis dedos todos mis sueños.
Quizá salga a comprar unas gafas, o unas ganas, que me lleven otra vez debajo de tu ventana a susurrarte las palabras que nunca fui capaz de pronunciar.
Y el sol sigue, ahí cerca, pero tú, estás lejos, demasiado lejos, tanto como el sol. 




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