Matadero

Me engendraron en un matadero. Guardo el recuerdo de un chivo balando en una cámara frigorífica buscando a su madre. Dicen que el primer sentido que tiene el feto es el oído. Mi madre rompió aguas encima de una mesa para descuartizar terneras. Era medianoche. Estaba sola.
Nací de hemorragia el 1 de septiembre de 1984 en el hospital de Jaén a las 2 de la mañana. Mi padre no vino a mi nacimiento. La luna estaba en la constelación de Escorpio en cuarto creciente. Debo mi nombre a una ex-novia de mi hermano. Soy la pequeña de una familia de cuatro. Nadie esperaba mi presencia. 

Mi infancia estuvo acunada por Mario Benedetti, Eduardo Galeano y García Márquez. La primera vez que recité un poema, un hombre humillaba física y verbalmente a una mujer, tenía doce años, acababa de perder mi virginidad, hacía dos años que me había bajado la regla, había visto como mi padre agarraba del cuello a mi madre y a mi madre, suplicándome que llamara a la guardia Civil. Había estado al borde del coma etílico, vendía entradas en una discoteca protegida por un Rot wailer cabezón y me había fumado mi primer porro jugando al tribial con mis dos hermanas mayores. Tenía 12 años.
Vivíamos en una casa con tres balcones, dos plantas y camarote. Esta casa se comunicaba con una carnicería y un matadero. Hacíamos chorizos y morcillas y vendíamos embutidos y carne. Me gustaba el olor dulzón de la cebolla cocida para hacer morcillas y los bocadillos de masa de chorizo viendo Verano Azul. Mi madre cocinaba, atendía la carnicería, los pedidos de la fábrica de chorizos y morcillas, mataba pavos, cerdos y chivos y los domingos, hacía sábado en la casa. Siempre llevé mis notas finales manchadas de sangre. MI madre no es de las que se limpian las manos para firmar las notas. A mis fiestas finales de curso, acudían mis hermanas y sus novios. MI padre no estaba. Mi madre tenía que atender la carnicería. El viernes no es un miércoles, el viernes a la tarde, se vende. Las fiestas siempre eran en viernes. MI madre nunca venía. MI hermano tenía mucho trabajo en la discoteca. Me hubiera gustado que mi madre me hubiera visto bailar sevillanas cuando estaba en cuarto.
También teníamos una parcela de tierra en el camino de Jamilena con una casita que no llegaba a ser chalé ni chavola. Los veranos dormíamos allí y a las siete de la mañana, mi madre me enrrollaba en una manta, me subía en el coche y me llevaba a la casa del pueblo. Tenía que trabajar en la carnicería NO recuerdo que hacía mi padre.
Me crié entre tripas y trozos de animales. Tres noches a la semana, me tocaba recoger el puesto y meter la mercancía en la cámara frigorífica. Me daba muchísimo miedo el corredor que unía la carnicería con mi casa. Todo era uno. NO me gustaba mancharme las manos con sangre y me las cubría con bolsas de plástico. Tampoco me gustaba el olor de la sangre reseca y la humedad de la cámara frigorífica. 
Los sábados sabía si mi madre estaba trabajando mucho según los hachazos que escuchara desde mi cama. Me gustaba ayudarla a atender, manejar el género de cara al público, pesarlo, tocarlo, hundir mis manos en la mercancía, sin embargo, nunca me gustó recoger el puesto. No sé que hacía mi padre

Comentarios

  1. Verito? Eres tú? Cómo estás? Y dónde? Te busco y no encuentro. Dime...
    Xavi.

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