¿Y qué hago con el dolor?

Los segundos se hacen pastosos.
Las mujeres con sus abrigos de plástico y sus costuras de rombos. Esos colores tan pasteles y metálicos reflejan la hortera sociedad. Y me hace daño.
En realidad, me hace daño todo.
Las mujeres mayores, los hombres, los niños, las niñas, los animales...
Las impotencias.
La amistad, el amor, la familia, el estado, la iglesia, los marginales, la droga, el sexo y la electrónica poética.
El tránsito de una poesía y una vida tan puta como santa, con tanta intensidad, tanto ruido y tanto silencio...
Sólo me queda vagar por puentes y calles mirando a la gente en el discurrir de sus inapetentes vidas. Y me hago daño
Porque poco admiro.
Porque mucho deseo.
Porque sólo algo ínfimo encuentro. 
Ya mis palabras casi no encuentran sonoridad, pinto paredes y escribo hojas, aceptando la derrota en mi garganta, escupiendo flemas como mariposas verdes, con ese escozor continuo y amarillo, con sabor a nicotina y desidía.
Me hago daño, me hacen daño, y vuelvo a asumir el dolor de estar viva y sentirse vacía, circular, fragmentada, obstruída y saturada de tanta parquedad de ser y de sentir.
Os mataría a todxs.




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