Casa de las mujeres: San Francisco


Las mujeres estamos reclamando nuestro espacio, contra viento y marea, contra resistencias patriarcales y capitalistas, dinámicas esclavas de su propio ombligo. Tierra, aire y mar están siendo contaminados, despojados de su belleza, de especies, plantas, semillas, animales. Sistema despótico, despedaza la vida, hace jirones los árboles, convierte en sal lo que antes fue agua. Muchas compañeras están muriendo a la orilla de los ríos. Ser feminista y activista supone en muchos lugares de esta tierra, tener más posibilidades de ser asesinada. Los derechos por los  que otras personas dieron la vida, están desapareciendo y adquiriendo máscaras hipócritas. Se justifica lo injustificable y lo políticamente correcto, sólo sirve para aplastar la verdad. Toca honrar a las personas que dieron su vida por el respeto a la vida y la libertad. Nos estamos levantando, estamos arriesgando nuestras vidas, nuestras costumbres, nuestras visiones y estamos cambiando, enfrentándonos a nosotras mismas, cuestionando nuestra manera de mirar, de organizar, de compartir. Estamos trabajándonos, estamos cultivando la tierra y recogiendo semillas. Estamos llevando semillas en nuestras faldas, defendiendo la naturaleza, la honestidad, criticando y actuando contra el despilfarro, la superficialidad, la hecatombe, el colapso.
Estamos haciendo marchas, caminando y caminando, armándonos de sabiduría, tejiendo redes por los horizontes de la lucha hacia la libertad y la creación de una sociedad más justa. Nosotras sabemos perfectamente que significa la palabra justicia, justicia es que nadie pisotee a nadie ni nada, que todo no sea un objeto sujeto a su comercialización, que el valor no sea simplemente un parámetro bursátil. Mujeres de todas las culturas están hablando y accionando para que aunque sucumbamos, nuestra huella quede limpia, que se sepa que lo intentamos y que lo intentaremos hasta que no podamos más. Pañuelos, lenguas y territorios, comidas, asociaciones, casas y mujeres otra vez por todo el mundo, mostrando cuán cruel, estúpido, egoísta y vanidoso es este sistema que nos han hecho creer como natural.
Naturales son las flores, la solidaridad orgánica, natural es la colmena de abejas en la que trabajan todas por todas, donde si una pasa hambre, todas pasan hambre. Natural es la loba que defiende a sus cachorros del granjero con ovejas. Natural es ser una oveja negra cuando el blanco eres tú. Nosotras, las que estamos en la periferia, somos el blanco, todas, migradas, pobres, indígenas, lesbianas, gitanas, viejas, anarquistas, comuneras, activistas, nosotras somos el blanco y por eso no nos queda otra que elegir el papel de ovejas negras.

Louis Michel en 1872 decía que ella izaba la bandera negra como la muerte porque estaba dispuesta a morir por el respeto y la libertad. Recupero sus palabras y la comparto con vosotras. Nuestra bandera negra hoy es construir una casa de mujeres en un barrio sacudido por la especulación, la droga, el machismo y la guentrificación. Es ondear nuestra presencia por las calles y hacernos un hueco en un espacio hostil, agresor, violento y hacerlo desde la consciencia, el autoconocimiento y la ayuda mutua.

ES:

Una casa de mujeres para caminar por las calles
Para caminar por las mentes
Para no dejar de caminar
Para esquivar los golpes de dentro
Para esquivar los golpes de fuera
Para aprender a esquivar
Para que crezca mi ser
Para que crezca mi cuerpo
Para no parar de crecer
Para saber quién está conmigo
Para saber si se cumple lo justo, lo legal
Para sabiendo, poder informar
Para conocernos a nosotras
Para conoceros a vosotras y a las otras
Para juntarnos y conocernos
Para tejer una red tan grande, como océanos de tristeza y necesidad, hay. 

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