Desde la fragilidad del yo

Me mareo, me desoriento, me pierdo, doy vueltas, entro en bucle y me enviolento. Me vuelvo taciturna y cerrada. Cierro el pico y las alas. Me aparto. Le lloro a la luna. Tengo miedo. Abandono. Me hundo sin saber, vuelvo a salir a flote. Estoy embarrada. Busco ventanas en vez de puertas. Me encuentro con rejas y secuestros. Me vuelvo a marear. Tengo calor, frío, temblores. Me fallan la rodillas, la voz. Intento agradar. Me pierdo. Me desoriento. Vuelvo a empezar. Alguien me agarra Me sostiene. Pido agua. Sacio mi sed. Sonrío. Vuelvo a vibrar, a creer, a dejar de juzgar. Me tiro al suelo. Me estiro. Descanso.


Busco mi respiración. La palabra exacta. Soy consciente de mis límites. Los acepto. Discierno en torturas propias. Anulo pensamientos obsesivos. Me doy una vuelta por el cementerio. Toco las tumbas y la tierra. Busco el nombre de mi abuela. Saco de raiz a la manzanilla. Tiño los aceites de hipérico. Duermo soñando con tsunamis. Siento gentes y sitios. De todos me llevo perfume. Todos se llevan un miedo y un amor.


Me hago fases lunares. Ovulo en el conjunto y sangro a solas. Me sumerjo en la burbuja. Aquí suenan las guitarras. Se juega a tonterías. Las sombras se alumbran y los versos nacen de las copas. Se sabe de plantas y emociones. Se curan con orina y cera de abeja. Se VUELA con los cuervos de la memoria y otros mundos son posibles. Se dan abrazos y besos en la cara. Se pegan ostias y gritan. Están vivos y lo saben.



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