El jardinero fiel

Una tras otra, la vida sube y baja, se cierra y se abre y el cielo estrellado se alza más inmenso que la reflexión.
Ha despuntado una nueva estrella en el horizonte de la magia, y es que tú, Iñaki Azkuaga, ahora nos proteges desde el cielo.
Plantaremos un limonero en tu honor, maestro.
Eras pura semilla
Yo soy uno de tus brotes
De los que regaste con tanto cariño, que hoy florece sano
algo desgabarda, pero con un verde tan intenso como tu esperanza
Con unas florecitas rosas como tu tacto
Con un fuego como el color de tu piel
Me trataste con amor y hoy me estiro hacia la luz
Y crezco maestro hasta donde tu me enseñaste que se puede crecer, que es eternamente, con el corazón en un puño apretando las manos y sosteniendo las lágrimas hasta que en cualquier momento, ya repleto de sabiduría, se escurren entre los dedos ese sabor salado de las experiencias agridulces, y es entonces cuando la dulzura de tu ternura me acerca las manos al pecho y me protege de todos estos malos espíritus mientras esbozas una leve sonrisa y tus ojos, tranquilos como pantanos en tiempo de posguerra, me miran y le prometo maestro, que yo noto como mi coronilla se proyecta hacia el cielo y como de los pies me nacen raíces, y todo lo pájara que soy, se transformaba en árbol de venas abiertas, dispuestas a transfusiones de fe y comprensión.
Porque si algo me enseñó, es que en la vida lo más bonito es plantar semillas y regar con amor.

Eskerrik asko, jardinero

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