La señorá que acompañó a Bob

Había una barrera y Bob Marley vino y la mando al carajo
Se acompañó de una señora tan intensa como fiel:
Peligrosa, elegante, extraña, compleja, en ocasiones, distante.
Vestía del color de la esperanza y olía a perfumes de diosas.
Sus afeites eran mano de santa y su humo, el incienso de peregrinos a la Meca  del pensamiento.
Su sabor miel de flores y su tronco, vestidos y bolsos en verano.
Su polvo era  polvo de hadas...

Sin embargo, era un poco neurótica y exquisita.
Algo caprichosa, zalamera y paranoica.
Era demasiado sagrada para presenciarla todos los días y no quedarse un poco, como lo diría... alucinada.
Además mucho sol le sentaba fatal.
Se mareaba y en ocasiones se ponía muy blanca, empezaba a sudar  y dejaba de hablar.
Tampoco podía beber en exceso
Ni pasearse por las calles libremente
La acosaban:
Siempre clandestina maquillando su esencia y vendiéndose como una cualquiera.
Al amparo de una justicia que no terminaba de aclararse
De un público que no lograba entenderla
y de unos amigos no demasiado fieles.

Sin embargo, ella seguía existiendo, como los bonobos follan par darse los buenos días.





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