Cuerpos deformadamente poéticos

Cuerpos deformadamente poéticos se levantan con kilos de polvo.
Tienen las manos como papel viejo y la cuenca de los ojos inyectada en sepia.
Sus pupilas son las de un anciano postrado en cama, sus huesos, frágiles como la cabeza de un recién nacido, desprenden el vaho de los años siniestros y ocultos al saber más elemental. Cuerpos que paren ideas y desorden a partes tan desiguales como movimientos inventan en su devenir zombie.
Portan una bandera haraposa, desastre entre las rosas secas de los cementerios, manchada por la sangre seca de los siglos de cátaros, principio de historia que hoy, el cuerpo deforme que mal descansa acompañando a mi noche, me recita con un cariño inconmensurable y ansioso que no se cómo gestionar.
Y es que el cuerpo poético se levanta con el otoño y todo son nubes y reflejos de la luz que ya se marchó.

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