La muerte del sofá

Ese sofá era demasiado pequeño para tres días
Nos acomodamos como sardinas. Legos jugando en el jardín del Edén
La manzana rondaba sobre nuestras cabezas
Fue a la tercera va la vencida cuando empezó a estrecharse en demasía
Muy elegantemente, al compás de la frialdad y el rencor, el sofá fue haciendo jirones los cojines, deshilachando la manta de tu abuela, perdiendo patas y muelles, arañando la hermosa piel de la vaca de nuestra siguiente reencarnación, aflojando tornillos y tuercas con cordura, y estrechándose... estrechándose... estrechándose... y tú y yo no quisimos hacerle caso hasta que finalmente se desplomó y ya en el suelo, no nos quedó otra que arrastrarnos y sentir cuán frío puede estar el suelo de un matadero

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