Amapolas y cardos

 Inevitable que la gorriona se pose en la rama desnuda de este invierno de nubes gordas y grises y tonalidades algodón naranja y plata, al igual de inevitable que el cormorán se seque las alas encima de la superviviente piedra en las aguas de submarinos nucleares y trapiches de narcos, naciones e inconsciente colectivo repleto de símbolos e imágenes descontextualizadas y carentes de una narrativa estructurada, crítica, reflexiva y experiencial capaz de re-conciliar la sombra con la luz.
Cargadas están las mareas de mariscos podridos en basureros a precio de 50.000 Euros después de una Feliz Navidad. Percebes en contenedores y piscifactorias a la vuelta de la esquina. Si el absurdo volara con el levante, Tarifa no tendría hostales sino salas de ensoñación y locura. Y de alguna forma, el Estrecho de Gibraltar,es aquel campo dónde a la vera de los caminos, crecen amapolas y cardos.
Algeciras "la sunga" dándose la mano en la coordillera de montañas salpicadas con la Málaga petada de guiris y pasta, calor tropical y especulación inmobiliaria y judicial, sopla la desdicha de una frontera magrebí, llenando los aires hasta Barbate, de un tufo a muerte y deshonra auspiciado por toneladas de algas invasivas y barquitos pesqueros amarrados ante "sico temporal, hembra".
El enclave de los Monos, marca una línea que atraviesa cualquier Meridiano de verdades absolutas y patrióticas, mezclando en los aires, todo lo bueno y lo malo potenciado, mezclando en la falla sísmica, todo un sistema de supervivencia humano y animal distópico. La naturaleza con su tajo sangrando e infectado, supura  a los pies de la playa del Anclón, cadáveres, los niños juegan dentro de las pateras y los jóvenes beben litros y pintan en los bunkers.
A cañonazos se abre paso una realidad cruda, descalza y muerta de frío. Muerta de miedo y de hecho, buscando un sueño que sólo está dentro de cada uno/a y que morirá con nosotros/as como dioses que somos. Sin embargo, los edificios no nos dejan ver el sol y las mareas tienen resaca. La arena sucia nos ensucia los pies, acumulamos polvo de tradiciones rídiculas, esperando generar una armonía que nada tiene que ver con una empatía elaborada y puesta a prueba.
El aire, las aguas, los escorpiones, escarabajos y vacas de esta grieta de aguas internacionales traen noticias claras; los satélites militares y las aeronaves haciendo competencia a buitres, águilas y cigueñas, no logran captar el salto de frecuencia de Hedy Lamarr, porque ese cuerpo, más que ninguno, está en el Meridiano de las verdades absolutas, y aquí, en esta bola sobre la que flotamos, las vibraciones están pidiendo fluidez.

Bienvenidos a la Era de Acuario.

LA PAZ DE LA NADA DE LOS PERROS



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