Lo absoluto de una verdad

Robaron las risas de la infancia en tres ráfagas de gritos cada día
e iluminaron el corazón de las pequeñas personas, de tristeza y prejuicio
No se cortaron en defender verdades absolutas y cerraron su oídos al habla del silencio
Por supuesto, no se pararon a escuchar las preguntas inocentes y antes ser enunciadas, las tacharon de fuera de contexto
Impusieron su criterio y no guardaron ni una pizca si quiera de condescendencia
Creyeron saberlo todo y lo proclamaron a cal y canto
Con violencia legitimada, señalaron con el dedo todo acto infantil e hicieron juicios de única palabra
Callaron las voces grandes de las pequeñas personas con exigencias y
perdieron la alegría
Y siguieron gritando y mandando
Recriminando y enjuiciando
Sin dar un respiro al aliento de la autocrítica
Sin pensar en otras posibilidades
Resolviendo problemas a cañonazos
Robaron las risas de la infancia en tres ráfagas de gritos cada día
y el más pequeño de todas las pequeñas personas, decidió no hablar más
Lo llevaron a doctores y maestros, lo etiquetaron de autista y le pronosticaron un futuro difícil
Hoy, él hace grimorios de hierbas y escribe relatos de brujas
porque su silencio lo salvó de caer para siempre en lo absoluto de una verdad sin matices ni aire
Sin magia

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