Libertad
Cerradas las alas de los abrazos y envenenada la saliva de nuestros pares
obligadas a sonreir sin risa y a permanecer acurrucados en un rincón iluminado por pantallas
envueltas y envueltos en mantas que pesan de soledad y hastío
comiéndonos los restos del banquete obsceno que se celebró en el auge de nuestra soberbía como especie
ahora convertidos en el plato principal de la bacanal de bancos y farmacéuticas
esperando el milagro de una vacuna que nos intoxique un poco más
y sin poder llorar a nuestros muertos y muertas en comunidad
Sin embargo, ella viene pidiendo flores, como si el día de los muertos no las hubieran tirado a los contenedores
y besos, como si las bocas no fueran peligrosas
y te coge la mano, como si no fuera el principal vehículo de tremendo contagio
y le brillan los ojos, como si todavía guardara chispa vital
y es capaz, de alzar la vista más allá del empedrado de pesimismo
como si no la hubieran encerrado en las celdas de la miseria, como si no se tuviera que someter a interrogatorios y registros, como si pudiera dormir en el regazo de su madre y palpar la seguridad de poder mamar de los pechos de la tierra
Ella, que tiene naturaleza de suspiro, de agua revuelta de almas sensibles, que ya pocos conocen, me pide flores para hacer un altar, como si en medio de esta pandemia, importara más honrar la memoria de las que se han ido sin poder despedirse que culparnos mutuamente
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