Renacer

La ría arrastra lo que ni lo dioses quieren ver
Corren aguas turbulentas teñidas de sangre y justicia
Vándalos nos llaman mientras en sus manos, niñxs y enfermxs mueren amortajados por una estatua de la libertad avergonzada de su propio nombre.
Mancillan las grandes palabras con sus trajes de lujo y sus hoteles de cinco estrellas.
Se enorgullecen de sus acciones en bolsa, de sus violaciones humanas, de sus caras estiradas con bottox y de sus bolsillos cargados de tarjetas oro para múltiples usos.
Prostitución, armas, drogas... sus más lucrativos negocios.
Guerra, prisión, tortura... sus más elegantes castigos.
La tierra, su parque de distracciones.
Y mientras, jóvenes radicales, antisistema, drogadictos, locos y locas que gustan de violencia por violencia, de daño por placer... son estigmatizados en la prensa y calles.
Pero no todo el pueblo aplaude a este espéctaculo de payasos sin humildad.
La lluvia limpia, y esta vez cae abundante, precisa y continua. La riada no se puede detener.
Corren aguas purificadoras, el sol alumbra tiempos de consciencia, y ni estudios ni méritos serán los que conduzcan la nueva ola que ya veo bailar sobre la ría.
Esta vez serán lxs señalados con el dedo, las que ocupan las esquinas y los puentes, lxs que duermen en los cajeros, lxs que deshauciados de su propia vida y dignidad, lxs que empuñarán las palabras grandes y paso a paso, con la lluvia golpeándoles, rompiendo sus vestiduras y huyendo de la pesadilla, alcanzarán los sueños que tan profundo han querido enterrar, pero que hoy, veo danzar a la altura de sus manos, de tus manos, de mis manos y sonrío mientras canto:
que llueva que llueva la virgen de la Cueva,
los pájaritos cantan y las nubes se levantan,
que si, que si, que el txaparron ya está aquí.


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