BILBAO

La he recorrido a lomos de todos los lomos que se han presentando en oportunidad. Por agua, tierra, aire y fuego.
La tengo tatuada a metal en cada uno de mis sentimientos.
De odio, amor, locura, pasión.

Paraiso de melancólicos e infierno de intensos.
Huele a humo y speed de manzana, a  tilos, tiros y txiquiteros.

Dulce sabor de cóctel molotov y contenedor ardiendo
Melodía de gritos de protesta y vómitos de Eskorbuto
Iglesias con música del demonio y antros de música celestial.

Fragancia de Dos de Mayo, mercado de San Francisco, misterio en Cortes.

Lunática sin luna con nubarrones de Doctor deseo, gata en el tejado de kukutza empuñando una cacerola, monzón bailando en el Etxegabe Joaquín Sabina, rata en la Ribera de Zorrozaurre pintando paredes con amor.

Tierra de todxs y de nadie, con el agua siempre cambiante, que te sube y que te baja meciéndote en el delirio y si no sabes chapotear, en el suicidio.

Bilbao de muchos brazos estrechos y alguna vena abierta, con rotondas coronadas por lujo burgués y escaparetes decorados de anorexia. Edificios imponentes e impotentes reflejando su atardecer.  Sin horizonte más que a si misma, con mucho traje uniformado y mucha militancia activa.

Pelotazos de especulación y dolor, ciegos de ego y porras, coches infinitos. Txosnas hasta la muerte.

Caldo de revolución y hambre, encuentro de destinos de luchadorxs, viscerales, animales.

La siempre bipolar, Bilbao.

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