Que se airee

Abro ventanas, que entre el aire y que se lleve la amargura.
La brisa pasa, sin prisa, limpia, oliendo a nuevos horizontes.
La calma se sienta a mi lado, y con su hálito de mujer sabia, alumbra los candiles de mi esperanza.
Los nuevos vientos quitan el polvo de los muebles de mi corazón y ya, el aliento vuelve a mi alma alentada por la calidez de la templaza.
Parece que la tristeza se ha marchado, no así la melancolía, que pegada a mi ser a fuego candente, me marca una y otra vez sin dejar cicatrizar mi herida.
Buenos aires, evitan que se infecte, que se pudra toda la agonía que cargo día tras día.
Las caricias me apaciguan meciendo mi dolor y con mi cabello entre sus dedos, el mundo gira con sentido.
Sin embargo, un golpe de viento, y la calma, y el amor, y la templaza, vuelan otra vez lejos.
EL huracán se hace eco, y el caos, otra vez se vuelve mi compañero.
Nada es para siempre.
Quizá deba romper el cristal de una vez por todas. 


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