A las orillas de la Ría.

Es la cabeza de la vaca que sin tener en cuenta los frenos de la bici, corre ría abajo.
Ya la cabeza puro hueso, que de pura roña de lo que fue, sólo a la mar espera.
Deshecho mecido por la marea en alza que bajo la luna creciente, se desencarna y se corrompe y que por fin, pierde la máscara para dejar al descubierto la cara de la soledad humana.
O Cruz, siempre cruz hasta que se parte la cara.
O el corazón.
O hasta que se deja la piel para siempre y el alma vaga libre por fin.








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