El llanto de un niño

Hay veces que no se puede, y que pides algo, y por tu boca se te concede, y eso, que te reconforta en un primer momento, luego, pasa al terreno oscuro de la duda.
Y en la duda, todo son reflejos de aguas turbias.
Eres muy consciente que lo que te rodea, no es sencillo, que debes ser constante, disciplinada a la vez que caótica y flexible. Y otra vez, vuelve la duda, y los llantos de chiquillos, y alguno se cae de la mesa dando una voltereta y a ti te da por reír, y luego por estar callada... y vuelven los llantos de los chiquillos y la Pepa Pig, y una perra abandonada y displásica llena de garrapatas como un dedo gordo. Y entonces algo se vuelve a pasar por tu pensamiento y de repente, termina el presente y empieza el pasado con sus recuerdos y el futuro con su ansiedad, pero de repente, un niño vuelve a llorar a pulmón partido y el presente se vuelve a estrellar como aquel niño que choco contra las piedras dando una voltereta. Y todos son chichones, voces, órdenes, incomprensiones y no tengo ni idea de donde quedo el orden y la disciplina, lo correcto, flexible y pierdo la confianza, que es muy huidiza y siempre me deja tirada en el peor momento.
Alguien hace yoga mientras que una ama de casa cargada de chiquillos, bolsas y frustración, se da un masaje porque tiene la espalda como el Cristo de las Tres Caídas. Y de repente vuelve el presente con Las Migas, y cantan al amor amante, y entonces hablan del sur, del sol y miro a mi alrededor y las adelfas tan bellas, son venenosas y pienso que el angelito de escayola que sostiene la esparraguera sobre su cabeza, le tiene que pesar mucho y se le tiene que quedar la espalda igualita a la de la ama de casa. Y descubro las ganas que todos tenemos de cambiar el mundo y lo inútiles que somos. Y me doy cuenta que hacía mucho tiempo no escribía con tanta rabia y coraje, con tanta emoción, y caigo en la cuenta que mi madre vuelve a chillar alguna orden a los chiquillos y ya no quiero jugar al Scrable ni a nada, y me siento aquí, debajo de un olmo blanco de copa de platillo volante, mientras la espalda se queja de todo y de todos y cachorros, perros abandonados y niños con mocos, me hablan de la soledad y el mal orden del mundo. Que es imposible la comprensión, que estamos destinados a entenedernos cada vez menos y peor.
No te queda otra que defender lo que te queda por reconstruir, que aunque estés en ruinas y nada entiendas, , hay canciones que te ponen el vello de punta y sonrisas que te alegran la vida.
La novia de chuky entra por el arco del rosal, y las risas y los azules de los ojos, del mar que puedes bucear hasta que te salgan callos en el alma, vuelven a hacer brillar al sol pero la espalda te vuelve a doler, y ya no sabes como ponerte en el pedazo sillón azul intenso que sujeta tu culo estreñido. La piscina también azul a diez metros, tres chiquillos que ya no lloran, el yoga suspendido y mi madre cosiendo la última mecedora. Opto por levantarme. Los niños siempre pueden conmigo. Y toco el tambor con ellos, y busco un espacio donde se suspendan las órdenes. Porque ya no aguanto ni un segundo más tanta lágrima, porque estoy muy cansada de voces dando advertencias, repliques que nosotros mismos no cumplimos. Ni somos educados, ni amables, ni escuchamos al que tenemos enfrente ¿Qué coño pretendemos enseñarles a los chiquillos? Y pienso que para qué tener un chiquillo y pienso que pensar eso hace que sea totalmente necesario. Porque a estas alturas vuelo alto, allá donde las prohibiciones tienen explicación y si no la tienen, no se habla de ellas. Estoy cansada de lidiar con conversaciones histéricas que solo me devuelven a la necesidad de volar. Quiero volar, esta vez en el presente, y ahora es el viento y el atardecer el que mece mi vello, y otra canción me lo pone de punta, y otra vez, vuelvo a creer, porque ahora mismo estoy volando y la canción me dice que gritar es sano, y ya no entiendo que coño pasa.Si los chiquillos son una salvación o la tortura.

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