Muerte...

Y no lo consigo primo,
y ya no sé a quién a qué más rezar,
se me han secado las lágrimas, el orgullo, la dignidad.
Esta todo tan desértico, que ni esperanzas de oasis.
No sé cómo pasó y no sé cómo pasar.
Trago sangre, y recuerdo todas las espinas que como un niñato que teme amar, me hiciste tragar.
Déjame ya, primo, que me estás matando.



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