De luces y sexo

 Los párpados me escuecen, demasiado sexo nubla la visión.

De mis pechos aparto lo peludo y acerco lo poético. De ellos engancho a los corderillos que se creyeron lobos, y al tercer día, me los como.

En mi coño atrapo a las mosquitas con aspiraciones libertarias, los sumerjo en mi jugo, conjuro el hechizo y al tercer día, los conjugo.

Con mi lengua lamo el revés de la mano para que me metas el puño, y suavemente y con firmeza, me balances en la balsa de la pasión durante tres lunas, las mismas que te matarán.

En tres lunas la fragancia del misterio se hizo insoportable.

Hubiera deseado que fueran cuatro, cinco, seis, siete, ocho, que fueran todas las que me quedan por ver, pero fueron sólo tres y se pasaron tan rápido que casi ni las vi, ni las sentí, ni las viví. Ahora en mi cuarta luna, todo está teñido de oscuro y las luciérnagas que antes ocupaban las aceras, se han exiliado al país de los sueños dejándome encarcelada en pesadillas y cantos de grillos.

Poco a poco, detrás de la expiración, saco mi cuello como una tortuga y tiro para adelante arrastrándome al estilo caracol. En el vacío asiento mis pilares y de papel pluma me hago mi mansión: la oscuridad ha dejado de darme miedo.

Luna, tu sierva servil está aunque tu luz la engañe y la enferme, ya sabes que vivo en un balcón de vistas a la ría, que mi casa es tu hogar y que siempre seré tu esclava. Devuélveme tu luz.

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