EL mundo en una pelota

 

Tengo el mundo enredado entre mis dedos, es una pelotita de cristal que danza en la palma de mi mano. Tan ligera y escurridiza como un pez recién pescado, se desliza delicadamente recorriendo todos mis dedos y encontrado su sitio en el corazón. En su curvatura veo mi mano enormemente deforme. Los dientes más afilados, las uñas como piel, las ojeras como muros si acerco mi rostro.

La pelotita que se escurre a lo largo de mis brazos, es tan suave como la piel del sensible, tan fina y dura, tan de punta, como el beso detrás de la oreja, es el tacto elevado al amor, a la necesidad, al cariño infinito. Es mi pecho izquierdo acariciado desde el vientre del ser, es un roce ansioso y después pleno y después feliz, y lleno, y después…

La pelotita que se resbala en mi triángulo negro juega a morderme cuando menos lo espero. A chupar dónde no se debe, a beberme entera. Yo a la pelotita la dejo que haga, y dejando, dejando, espero que suba y que vuelva a bajar y que se enrede otra vez entre mis dedos y me demuestre hasta dónde es capaz de llegar, por interés, ambición, amor u odio.

Ella se aprovecha de la poesía para conquistar mi corazón. De sobra sabe que el vientre es la fuente de la vida y que el lado izquierdo, es la imagen del castigo emocional. Se aprovecha de mi oxígeno y me deja exhausta, pretende hacerme creer que ella tiene la verdad que necesito, me aplaca con la sentencia de la solemnidad y quedo nuevamente ronca y rota, y ella, sana, salva, casi sin rayar, otra vez dispuesta a rodar.

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