Una mujer que empieza a ser persona

 

Cuidadamente, despacito, con letra firme y cursiva, bien apretada al papel, para sudar todas las palabras que mi garganta aturullada no puede pronunciar.

Así, con mucha delicadeza, sosiego, respirando y mirando al frente, con el pulso firme de un cirujano, extraigo lo que en mi pecho mal palpita.

Suspirando, contando hasta seis, incluso hasta cien, reteniendo en los pulmones oxígeno y abriendo las contraventanas de mi cerebro, recaigo en quién soy.

Tirando flojito de las arrugas de mi cara, respirando por la nariz, masajeando mis mofletes, veo el ocaso de mi necesidad que mi pecho mal esconde en la cámara acorazada de unos huesos sin calcio.

Por eso siempre muy despacito, con cariño, con contacto e interés, debajo del color tibio de un marrón y amarillo que lo impregna todo de sabiduría y baña con lo tenue de la madurez realizada y sencilla de una mujer que empieza a ser persona.

Comentarios

Entradas populares