El triángulo de las penumbras

Mi cabeza es una nube densa contaminada que a veces halla respiro en las faldas de la madre.
Quizá sea el violonchelo, o todos los violines enfilados para la guerra, quizá aquel perro muerto de frío, o aquellos ojos que sonrien más que veintemil bocas.
Un cuerpo brutal en un corazón de niñx que muere de un infarto. La tierra que llora la sangre derramada, los pañuelos blancos que se tiñieron de rojo tras el adiós.
Mi cabeza se despeja por momentos con unos dedos que tocan mi cuerpo al son de la pureza.
Abre tus ventanas que se ventile el dolor, que la respuesta está en tus propias caricias.
Las manos de la diosa son las tuyas.
No importa que tus uñas recojan la mugre de una sociedad reprimida, ni que tu frente se arrugue con el tajo de  años de prohibiciones, sólo importa el sonido de lo no dicho, el pom-pom de tu corazón, el susurro de la primitiva esencia.
En tu corazón está tu cabeza.
Sólx allí.

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