Carta a una enemiga


No tengas miedo, lo que más te hace daño no está fuera de ti. Tú tienes el control. Sólo tú puedes parar esa rabia que te consume y que cada día te amarga más. Te animo a que pares, yo, que me has erigido enemiga, te digo que no tengo nada personal contra ti, que estoy dispuesta a hablar pero que no permitiré que me faltes el respeto, y si así lo haces, me protegeré como sea necesario. No olvides que mis acciones no quieren hundirte, tan sólo, apartarte y defenderme. Sé que te encuentras en un punto muy complicado, donde sólo verme, provoca incendios de impotencia y ansías por lo que no puedes tener, que en el fondo, desearías ser como yo y que no estás a gusto ni realizada con tu vida. Yo tampoco, en eso coincidimos, sin embargo, mi enemiga, yo sé que no lo estoy y trabajo para estarlo mientras que tú no puedes reconocer lo qué te sucede. Tienes algo dentro que te está infectando el cuerpo, un bicho que te come los intestinos y que se llama: egocentrismo. No encontrarás la felicidad comprando la casa donde vivo, ni echándome de ella, porque si no trabajas sobre tu herida, cada vez que me veas, me odiarás igual y lo harás sólo porque soy lo que tu querrías ser, porque tú, no sabes quererte ni un poquito.

Te conozco de hace un tiempo y he podido observar tu necesidad de controlar a otras personas para sentir tu poder y autoafirmarte, en eso, nos parecemos pero otra vez está esa diferencia, yo lo sé y lo quiero cambiar y tú no. Estás enganchada a que dependan de ti, a que lo que te rodee, esté tan muerto como deprimida te sientes tú ya que eso te permite sentir que lo estás haciendo acorde al contexto y que lo tienes todo controlado. Por eso te dedicas a arrancarme las plantas más bonitas. Por eso huyes de la gente alegre y por eso, no tienes amigos/as confidentes, fiestas, otro amor que no sea el de tu marido al que etiquetas como enfermo. No soportas la belleza del mundo porque no eres capaz de disfrutarla y esto es una carga enorme y la primera diferencia entre tú y yo, y es que, a mi la belleza y la vida me pueden, y por mucho que yo sea reacia a nutrirme a mi misma, me doblego ante la inmensidad. Esto, enemiga, me ayuda y me serena, me quita las ganas de tener lo que otras personas tienen porque siento que la naturaleza lo tiene todo y que yo, al fin y al cabo, soy naturaleza y por tanto, lo tengo todo.

Todo podría ser más fácil si me trataras con cariño. Si te hubieras parado a pensar en frío y hubieses sido capaz de reflexionar más o menos objetivamente, te hubieras dando cuenta que el amor es la mejor arma contra mi, porque me desarma y quiero darte todo, como mujer que ama demasiado. También me has subestimado. Fuiste demasiado deprisa, no estaba mi marido enterrado cuándo me preguntaste que cuando me iba de su casa porque la querías comprar tú. Y en ese momento, te descubrí y supe que acercarme a ti iba a suponer conflicto y que no te detendrías hasta verme arruinada y en la calle. Te has convertido en la vieja del visillo de detrás de la ventana, engordando de ira, cotilleo y de carne, con celulitis de rabia hasta en tus ojos. Has encanecido y cada vez, caminas peor. Tu cuerpo está cambiando por toda esa ira que te mueve y la única manera de que pare, es que seas consciente y empieces a pasar de todo menos de ti misma. Te animo a que te conozcas, a que no tengas miedo de ver tu imperfección, que te permitas jugar y cantar sin saber, caminar por el monte y saborear las olas del mar. Sé que una de tus grandes frustraciones es estar en Bolonia (paraíso natural donde los haya) y no poder disfrutar un paseo por sus dunas en soledad y eso, que sabes que yo tengo, te come las tripas. Has perdido el contacto con la raíz, y te has convertido en una persona seca y arrugada. 

Llegará el día que yo no esté aquí, pero otras vendrán a ser tus vecinas y aunque yo no esté, si prosigues desconociéndote, estaré porque sentirás por otra cara, la misma rabia que sientes ahora contra mi. Y es que, no entiendes que el problema está dentro de ti, en cómo satisfaces tus necesidades y sacias tu placer y serenidad y que por mucho que pienses que otros/as tenemos el problema, el problema fundamental eres tú. Por mucho que me grites, no te sentirás mejor, a la larga, te acostumbrarás a estar siempre inquieta, con pensamientos tóxicos, percibiendo sólo lo malo. Te estás acostumbrando a vivir sin aire y sin danza cósmica y eso, a la hora de la tumba, no trae paz. 

A mi, todavía no me das pena sincera, para que ser falsa, todavía me estoy defendiendo. De vez en cuando (como en este momento) pienso en que podrá estar pasando por dentro de ti para que cada vez que te dirijas a mi, me grites y mi cuerpo sea sacudido por tremenda violencia. Parece como si me dieran una descarga eléctrica. Me baja la frecuencia y repele de sobremanera. Además otra vez, no te das cuenta, pero realmente a quién repeles, es a ti misma y a tus deseos. Ojalá pudieras encontrar la tranquilidad, saborear la pose de una mariposa o la fragilidad de un tallo nuevo. Así, podrías descansar de tanta ponzoña que te envenena y te hace adquirir esas líneas de expresión tan agrias.

Mi enemiga, aquí te dejo las palabras que nunca permites que te diga porque sólo sabes gritarme y afianzarte en tu ego herido. Para mi, eres una niña con mucha inseguridad y que necesita que el mundo que la rodee, se guíe según su criterio porque sólo así, puede sentir confianza. Una mujer que de tanto miedo y envidia, se ha convertido en alguien iracundo y feo. Podrías cambiar, la belleza siempre está dispuesta a salir, y con esta carta, te animo a que lo hagas, conócete a ti misma y aprovecha la naturaleza, y repito, permite tu vicio y virtud y verás como los demás pierden importancia a la vez que la ganan y como tú, te vuelves radiante y hermosa. 

Un saludo cortés, tu querida enemiga. 

Comentarios

Entradas populares